
Musicoterapia y estimulación cognitiva
La musicoterapia y la estimulación cognitiva forman un dúo muy valioso para acompañar a las personas mayores. A través de canciones significativas, ritmos, instrumentos sencillos y actividades que trabajan memoria, atención y lenguaje, es posible elevar el ánimo, favorecer la socialización y mantener la autonomía en la vida cotidiana. No hace falta talento musical: alcanza con participar, escuchar y dejar que la música acerque recuerdos y emociones positivas.
¿Por qué funciona la música?
- Activa recuerdos autobiográficos: melodías conocidas (tangos, folclore, canciones infantiles) suelen despertar imágenes, nombres y anécdotas.
- Regula el estado de ánimo: reduce la ansiedad, favorece el bienestar y puede ayudar con el descanso nocturno si se usa de manera adecuada.
- Invita al movimiento: palmas, pasos cortos o balanceos suaves mejoran la coordinación y el equilibrio.
- Conecta con otros: cantar en grupo y turnarse con instrumentos simples estimula la comunicación y el sentido de pertenencia.
¿Qué incluye la estimulación cognitiva?
Se trata de ejercicios y juegos mentales adaptados a cada persona para sostener funciones como la atención, la memoria y el lenguaje. Pueden ser actividades orales o escritas, siempre graduadas para que resulten alcanzables y motivadoras.
- Atención: seguir el ritmo con palmas; detectar cuándo "corta" la música; responder a consignas simples.
- Memoria: recordar el estribillo, completar la frase de una canción; evocar nombres de familiares al oír un tema especial.
- Lenguaje: elegir palabras que rimen, nombrar instrumentos, describir imágenes asociadas a una letra.
- Funciones ejecutivas: clasificar letras impresas de canciones, ordenar pasos (por ejemplo, "¿qué hacemos antes de salir al patio?").
Así puede ser una sesión típica
- Bienvenida y respiración (2–3 min): inspirar por nariz y soltar el aire lentamente para relajarse.
- Calentamiento rítmico (5 min): palmas, chasquidos o uso de panderetas a baja intensidad.
- Repertorio significativo (15–20 min): canciones elegidas con la familia; se invita a tararear, completar frases o moverse con seguridad.
- Juego cognitivo breve (5–10 min): "adiviná la canción" con pocos acordes, recordar una estrofa, ordenar tarjetas con palabras.
- Cierre tranquilo (2–3 min): música suave y respiración para volver a la calma.
Rol de la familia: la "lista de la vida"
Una manera poderosa de personalizar es construir una playlist con música significativa para la persona: tango o folclore que bailaba, temas que sonaban en reuniones familiares, canciones que recuerdan viajes o ciudades. Sugerencias:
- Grabar en un dispositivo o celular 10–15 canciones con volumen moderado.
- Evitar sobreestimulación: ambientes calmos, sin ruidos fuertes superpuestos.
- Respetar tiempos: sesiones breves (20–30 min) suelen ser más efectivas que una única actividad larga.
- Vincular con la vida diaria: usar una canción suave antes de la siesta o una más rítmica para preparar una caminata corta.
Seguridad y adaptaciones
- Audición: si usa audífonos, chequear que estén colocados; mantener el volumen bajo a medio.
- Movilidad: preferir movimientos sentados si hay riesgo de caídas; si se trabaja de pie, hacerlo cerca de una silla con respaldo o barra.
- Estado emocional: si una canción evoca tristeza, pausarla y conversar; luego cambiar a un tema más neutro o alegre.
- Salud: ante enfermedades neurológicas o cardíacas, seguir siempre las indicaciones del equipo tratante.
Una semana modelo
- Lunes y jueves: 30–40 min de musicoterapia grupal con repertorio conocido y participación con palmas e instrumentos suaves.
- Martes: taller breve de palabras y memoria usando impresos con letras de canciones.
- Miércoles: paseo por el patio con música de fondo a volumen bajo; ejercicio de respiración.
- Viernes: "pequeño concierto" compartiendo canciones elegidas por los residentes.
La música abre puertas cuando las palabras se vuelven esquivas. Combinada con ejercicios simples de estimulación cognitiva, ayuda a sostener capacidades, mejora el humor y fortalece lazos. Cada persona es única: por eso, los programas deben ser personalizados y coordinados por profesionales, en diálogo con la familia.